

Miranda 15/02/2009 - 01
EL CORREO -
Las crisis han jalonado su historia desde el inicio del proyecto allá por el año 1940, pero en todas las épocas la planta de la carretera Logroño ha sido capaz de reconducirse y adaptarse a los tiempos para que su chimenea, emblema para muchos mirandeses de la industrialización de la ciudad, siguiera en activo. Lo ha conseguido, fundamentalmente, con cambios en el producto a fabricar y con ajustes en la plantilla. Dos aspectos en los que parece estar también ahora la clave de su futuro.
EL CORREO -
Las crisis han jalonado su historia desde el inicio del proyecto allá por el año 1940, pero en todas las épocas la planta de la carretera Logroño ha sido capaz de reconducirse y adaptarse a los tiempos para que su chimenea, emblema para muchos mirandeses de la industrialización de la ciudad, siguiera en activo. Lo ha conseguido, fundamentalmente, con cambios en el producto a fabricar y con ajustes en la plantilla. Dos aspectos en los que parece estar también ahora la clave de su futuro.
Fefasa arrancó su implantación en Miranda como un proyecto, de «interés nacional», enfocado a generar fibras artificiales utilizando como materia prima la paja. De ahí su ubicación, en un nudo de comunicaciones y próxima a los campos de cereal de Castilla. Pero a pesar del impulso de un régimen autárquico, sólo 4 años después, los problemas financieros que amenazaban su puesta en marcha, llevaron al INI a participar económicamente. Fue su primer bache.
No fue hasta enero de 1952 cuando comenzó a operar al 100% y lo hizo buscando producir lo máximo posible. Sin tener en cuenta la demanda ni el mercado. La mayor producción era la meta a perseguir, de ahí que en 1958 llegara a tener en nómina a 2.377 personas, según se recoge en el libro del Instituto Municipal de la Historia (IMH), 'Fefasa: un gran complejo industrial en Miranda de Ebro', realizado por Elena Asenjo y Marta Santamaría. Ese fue su techo. Nada que ver con la situación actual, en la que las mismas instalaciones son el lugar de trabajo para 162 personas de la plantilla y de otras 90 de contratas. El goteo de puestos de trabajo ha sido constante desde entonces y puede continuar, por la depreciación del precio del papel.
Y es que, al final, el mercado acaba imponiéndose. De eso también se dieron cuenta en su momento los responsables de Fefasa. Fue en 1958, con la crisis textil. A partir de ahí se optó por combinar producción y rentabilidad. Para ello se derivó la fabricación desde la fibra artificial a la pasta de papel, que sería su única línea de trabajo años más tarde y se fue reduciendo el número de operarios, hasta desaparecer más del 50% en sólo 14 años. En 1972, año en que es absorbida por Ence, 969 personas componían la plantilla.
El capítulo se repite, casi igual, décadas después. El plan de viabilidad presentado ahora por la dirección local de Rottneros a la matriz sueca sigue los mismos derroteros. Se plantea una reducción del 33% de la plantilla -afectaría a 55 trabajadores- y buscar otras áreas de negocio que hagan rentable la única planta que la firma tiene fuera de su país de origen. Si la pasta de papel fue en su momento la solución, ésta ahora podría estar en la planta de envases Silvipak y en otro tipo de empresas verdes. El mayor problema hoy: la financiación. La decisión sobre su continuidad se podría tomar el martes en la matriz sueca
En 1972 fue Ence, la Empresa Nacional de Celulosa, la que absorbió Fefasa y se hizo cargo de las inversiones necesarias para hacerla rentable, según apuntan en el libro del IMH. Pero en este momento parece que no hay nadie que quiera ponerse al frente de la factoría mirandesa. El director de la misma confirmó que en los últimos meses se había llegado a ofrecer a 50 empresas del sector y todas han descartado su compra.
Y es que la situación económica internacional no parece ser su único handicap. Los kilómetros de distancia con el lugar de origen de la materia prima es otro de ellos. Con los años, la paja fue perdiendo peso -hasta desaparecer- en favor de la madera, eucalipto procedente de Galicia. Más distancia y un mayor gasto en transporte.
Su volumen de producción es otro de sus inconvenientes. Pero tampoco es nuevo. Aquí, en la actualidad, se fabrican unas 150.000 toneladas de pasta de papel, mientras que sus competidoras españolas, son de 450.000. Ya en 1971, cuando producía 19.000 toneladas, su aportación al mercado nacional de celulosa era sólo del 1,4% del total.
De mano en mano
Pero su tamaño nunca fue un freno para la continuidad. Tras su venta por Ence en el año 1987, la fábrica pasó a depender de Scott. Fue ese un momento en el que también se introdujeron cambios en su producción, optando por las manufacturas. No sólo se producía pasta de papel en las instalaciones, si no que de allí mismo salieron, durante un par de años, según recuerda uno de sus trabajadores, Luis Conde, pañuelos y rollos de papel. El coste de producción era más caro, pero también era mayor el de venta. En ese periodo, un ERE mantuvo cerrada la planta un mes en 1992.
La depreciación del dólar, moneda de compra-venta, y el abaratamiento de los precios también han jugado ahora en contra de la papelera mirandesa en manos de Rottneros AB desde 1999, tras comprársela a la estadounidense Kimberly Clark, que la había adquirido sólo tres años antes.